El Planetario de Pamplona estrenó un documental que pone en valor la oscuridad de la noche. | Martin Pawley. Artículo publicado en la sección “La noche es necesaria” de la Revista Astronomía, nº 257, noviembre de 2020.
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Con 4,1 millones de euros de presupuesto, el 65% con financiación FEDER, «Pirineos La Nuit» (pirineoslanuit.org) es un proyecto internacional liderado por la sociedad pública de Navarra NICDO a través de uno de sus centros de cultura, el Planetario de Pamplona, con el objetivo de mejorar la calidad de los ecosistemas pirenaicos por medio de la preservación de la oscuridad natural de la noche. Tres son los ejes de actuación: la evaluación de la calidad del cielo del Pirineo y su impacto sobre la biodiversidad, con medidas sistemáticas de la oscuridad y estudios de la fauna afectada, en particular mariposas nocturnas y murciélagos; la sensibilización ciudadana como aspecto imprescindible de la protección ambiental, con el desarrollo de diversos materiales y actividades divulgativas; y, por último, la puesta en marcha de una verdadera «estrategia pirenaica» de protección de la noche, con definición de corredores nocturnos, certificación de zonas de especial interés y elaboración de una guía de buenas prácticas.
Uno de los resultados es la nueva producción audiovisual del Pamplonetario, la segunda en España con la contaminación lumínica como asunto central después de «A noite é necesaria», impulsada por los Museos Científicos Coruñeses en 2018. El documental «Pirineos La Nuit» nos recuerda, con espectaculares imágenes reales, cómo en los valles más profundos de los Pirineos «el manto estrellado todavía recorta las siluetas de las montañas, que se elevan hacia el cielo», pero en lo alto ya desaparece el firmamento sobre el horizonte por culpa de la luz que procede de las ciudades más cercanas, pero también de otras situadas a cientos de kilómetros, como Barcelona o incluso Madrid.
La película introduce una reflexión muy estimulante sobre el color. El uso del LED plantea el debate de las características espectrales de la luz, pues el impacto ambiental y sobre la salud no es igual para todas las longitudes de onda. Un aspecto que suele citarse es el de la mejor o peor reproducción cromática, pero el hecho es que las cosas no tienen color en sí mismas, sino en función de la luz que las ilumina. Y, como es obvio, la luz del Sol no es la misma al mediodía que al atardecer, ni en verano que en invierno. De noche, la única iluminación natural es la de los cuerpos celestes, demasiado débil como para permitir que nuestro sistema visual reconozca colores. Pensar que lo ideal es que el paisaje tenga el mismo aspecto de noche que de día es negar la esencia misma de nuestro planeta y nuestra propia naturaleza: tanto el día como la noche son necesarios, y además inevitables. El desastre ecológico de la contaminación lumínica se basa, pues, en una elección caprichosa y equivocada, la de pretender acabar con la cualidad principal de la mitad de nuestras vidas, la oscuridad. Eso sí que es vivir muy por encima de nuestras posibilidades.