Si has seguido el programa “Órbita Laika, la nueva generación”, recordarás que al final de cada episodio Goyo Jiménez mantenía una conversación con un divulgador científico, un astronauta, una premio Nobel… todos ellos, además de la Ciencia, tienen algo en común: asistieron el pasado mes de junio a la tercera edición del Festival Starmus.
Starmus es una celebración en la que Astronomía, Ciencia y Música, buscan canales de comunicación y fuentes de inspiración. Todos los participantes son destacados científicos, grandes divulgadores, afamados músicos y cantantes, o incluso premios Nobel. Y no pocos precisamente: en la edición de 2016, de cinco días de duración, ¡conté hasta nueve laureados! Este evento, único en el mundo, es abierto al público. Todos los invitados tuvieron la oportunidad de contar a un auditorio de 1200 asistentes, -muchos venidos expresamente desde países lejanos, otros estudiantes residentes en las islas Canarias- sus logros, descubrimientos, tocar sus composiciones, fueran antiguas o de reciente creación. Y entre acto y acto, los perseguíamos para sacarnos fotos con ellos, que nos dedicaran sus obras, para preguntarles cómo habían hecho para conseguir detectar, por poner un ejemplo, las ondas gravitacionales. Llevaba meses esperando la fecha para asistir, y aunque sabía la calidad y cantidad de los asistentes, no podía imaginar que el evento iba a ser tan intenso como demostró ser.
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Jill Tarter dirige una conversación con Neil deGrasse Tyson sobre la vida inteligente en el Universo.
Permitidme retroceder al inicio. ¿Quién se atrevió a organizar esta especie de locura?. Pues fue Garik Israelian, astrofísico de origen armenio que trabaja para el Instituto Astrofísico de Canarias y músico por afición. Llevaba tiempo planeando que se podría hacer un evento que aunara ambas disciplinas. Para ello contactó con colegas como Brian May que, además de astrofísico, fue uno de los componentes de la legendaria banda Queen. Con un esfuerzo sin duda extraordinario y que sólo ellos saben lo que pasaron, organizaron el primer Starmus en 2011 en torno a la figura de Neil Armstrong, empeñando no solo su capital personal sino casi hasta la salud. Tras el éxito conseguido, la segunda edición se celebró tres años después. Si la primera había tenido impacto en los medios, en esta ocasión la repercusión que alcanzó fue a escala planetaria. Stephen Hawking, que había asistido a la segunda edición se convirtió, de facto, en el abanderado del tercero. Me gustaría aclarar que los ponentes no cobran por asistir. La organización les paga los vuelos y estancia para ellos y sus familias. Eso, y el que sea un punto de encuentro para verse personalmente entre ellos es lo que les anima a asistir.
Dentro de las sensaciones que guardo una de las primeras es la sorpresa del sitio. Como era una zona turística en el sur de Tenerife, las calles bullían de turistas en chanclas y pareos con la piel enrojecida, mientras otros hacíamos cola para entrar en un salón bajo tierra a ver premios Nobel. Afortunadamente, el local era muy espacioso y bien refrigerado. En las paredes, las luces tintineaban recordando estrellas y la música anticipaba de alguna manera que lo que veríamos sería histórico. Y así fue.
Hablaba antes de calidad y también de cantidad. Por ejemplo, el tercer día intervendrían: Brian Cox (speaker, físico y divulgador), Stephen Hawking (astrofísico), MC Hawking (un rapero que usa la voz metálica del científico en sus obras), Brian Eno (músico y productor), Joseph Stiglitz (Nobel), Martin Rees (astrónomo), Elisabeth Blackburn (Nobel), David Gross (Nobel), Russell Schweickart (astronauta en el Apolo IX), Richard Dawkins (autor de El gen egoísta), Steven Balbus (astrofísico), Chris Hadfield (astronauta y músico) y Brian May. Aún con todo, la jornada no acabó ahí. Tras una ducha cuartelera, nos enfundamos los trajes para ir a la cena de gala, con la suerte de que compartí mesa con Adam Riess, Nobel por demostrar la expansión acelerada del Universo. Y también pude saludar a Alexey Leonov, el primer cosmonauta ruso que se dio un paseo espacial -que pudo ser fatídico-, y a Claude Nicollier, astronauta suizo miembro de la tripulación que le puso gafas al Hubble para que enfocara correctamente.
Me habían contado que en la segunda edición el hotel donde se celebraba era el mismo que donde se alojaban los ponentes. Os podéis imaginar… los asistentes esperaban su aparición apostados en la recepción y algunos se atrevían a subir a los pisos y pasear hasta encontrarlos. En esta ocasión la organización decidió alojarlos en un hotel a cinco kilómetros del salón donde se celebraba. La casualidad hizo que el primer día nos enteráramos del nombre del hotel. Así que, como poco había que perder, intentamos charlar con ellos en un ambiente más relajado. Con mucho respeto para no molestar, pudimos fotografiarlos tranquilamente, verles en entrevistas para televisiones, saludarles. Allí estaban Iñaki Gabilondo, grabando para su programa “Cuando ya no esté”, o el periodista del grupo Voz Xavi Fonseca, entrevistando y filmando a todos los científicos que podía, y el periodista Javier Peláez, alias @irreductible, padre de Naukas y del podcast Catástrofe Ultravioleta.
Cuando llegó el viernes, último día, los asistentes estábamos molidos aunque sonrientes. Faltaba la guinda del pastel. Ese día nos desplazamos al auditorio de Tenerife, donde se celebró el concierto final con las actuaciones de Sarah Brightman y la Orquesta Sinfónica de Tenerife, Anathema, que tocaron un clásico tema de Pink Floyd con la presencia de Hawking en escena, Chris Hadfield y Richard Wakeman y el colofón de Hans Zimmer tocando la banda sonora de Interstellar con la colaboración final de May a la guitarra, se entregarían las medallas Hawking. También habría charlas como la de Kip Thorne, firme candidato al Nobel de Física. Cerca de las doce de la noche acabó el evento y, sinceramente, nos dejó satifechos y exhaustos.
Personalmente, me encantó la disposición de Neil deGrasse Tyson, siempre sonriendo y posando con todo aquel que se lo pedía. Le preguntamos cómo lo hacía y nos dijo con sinceridad: “¡Es mi trabajo!”. Y de igual modo la cercanía de Hadfield.
Lamentablemente me temo que tardaremos mucho en volver a ver otro evento tan singular como éste en nuestro país. Cansado de remar contracorriente buscando patrocinadores y reclamando el dinero de las ayudas públicas prometidas, el creador del evento ha decidido llevarlo a Trodheim, una ciudad de Noruega, próspera por estar muy centrada en la ciencia y la tecnología. El contrato se ha firmado por tres ediciones. Por cierto, las inscripciones están abiertas. Si te animas, apuntarse antes del 31 de diciembre será algo más barato.