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Cuando nos encontrábamos en nuestro segundo emplazamiento, la explanada de una estación de servicio a la que fuimos desterrados por unas envidiosas nubes, se acercó un fulano muy decidido a preguntarnos si estábamos observando el tránsito y que si necesitábamos algo que se lo pidiéramos. Le contestamos que sí y que no necesitábamos nada, gracias.
-Si quiere usted mirar…
-Pero dicen que esto es peligroso ¿no?
Óscar le aclara que tenemos filtros seguros y, tras preguntar por dónde se mira, se inclinó con una emoción que desapareció súbita.
-¿Y esa bola negra que se ve ahí qué es?
En mi cabeza se atropellaron un sinfín de posibles respuestas azuzadas por aquel desprecio, seguramente no intencionado, y por el deseo de transmitir la emoción de aquel momento histórico.
La diosa del amor y de la belleza se paseaba, después de 122 años, por delante del disco solar para recordarnos que, gracias a un momento similar, en su día nos descubrió el tamaño de un universo que ya nunca fue el mismo.Y hoy, cuando ya no están Kepler, Halley, ni el Capitán Cook quizá nos susurre el secreto de cómo buscar planetas parecidos al nuestro orbitando en otras estrellas.
Pero en lugar de esto le dije:
-Es Venus.
La astronomía entraña un encanto que va mucho más allá de la belleza del cielo, pero eso sólo lo sabe quien se levanta a las 3 de la mañana para ver una “bola negra” pasar por delante del sol.
A las 4 estábamos Nana, Juanjo, Óscar, Adrián y yo en Montesalgueiro consultando el tiempo para averiguar con qué intenciones venían todas aquellas nubes. Como parecía que no eran buenas, cogimos rumbo SE hacia el pueblo de Borja, Sarria. Cuando llegamos tuvimos que llamarlo para que nos indicara el camino al observatorio-chingódromo y con una lucidez sorprendente para las horas que eran nos detalló el camino con las protestas de Ana de fondo que no daba crédito a lo que oía.
Montamos al lado de una capilla para protegernos del aire, a una altitud de casi 900 metros, con el cielo despejado y cerca de un repetidor de telefonía que parecía garantizar el éxito de la transmisión, hasta la polar esperó a que pusiéramos los telescos en estación para desaparecer. Cuando el sol salió por fin todo era perfecto, la expectación era máxima y casi me da un infarto cuando a unos segundos del contacto Óscar tropieza con mi telescopio y me lo deja apuntando a Cuenca.
-No pasa nada, todavía no hay contacto.
-Aún no…Aún no… ¿Seguro que era hoy? Jaja.
Venus se hizo esperar pero cuando apareció fue como ver a Doña Letizia entrar en la catedral el día de su boda (¡Que no, ni de coña!) Fue muy emocionante y Óscar y Adrián, que fueron los encargados de la retransmisión, pasaron bastantes nervios hasta que consiguieron colgar la primera foto. El gafe de Ío hizo su aparición cuando tuvimos que ver el segundo contacto codificado por unas nubes horizontales que el Sol sorteaba según ascendía en el cielo. Me parecía escuchar a Borja el día del tránsito de Mercurio: -Eh! Echar ahí otro euro que no se ve nada!
Pero la gota negra se dejó ver lo justo para compensar el madrugón y no tuvimos más problemas hasta las 10 de la mañana, hora en la que un manto plomizo comenzó a cubrir el cielo.
Recogimos con intención de volver a Montesalgueiro pero nos quedamos en la estación de servicio de Baamonde donde se nos unieron Miguel, con dos amigas, y Amós.
Lo vimos de todas las maneras posibles: proyectándolo, con telescopio, con prismáticos, con gafas especiales, con gafas de sol cuando estaba nublado (esto no lo hagáis en casa), con cámara de fotos digital y por supuesto en nuestra web. Salvando algún problemilla técnico con el portátil, todo fue perfecto hasta el contacto III, como era de esperar, entonces las nubes iniciaron su particular tránsito y aunque pudimos ver casi todo el final nos fastidiaron la gota de agua y la salida.
No nos podíamos quejar, después de todo, el tiempo de los últimos días y la predicción para el martes nos habían dejado casi sin esperanzas de ver nada y sin embargo, 365 años después de la primera observación de este acontecimiento, entre una Tierra completamente diferente pero el mismo Sol, allí estábamos nosotros para verlo pasar una vez más.