La inseguridad ciudadana es un problema complejo que no se resuelve de forma mágica poniendo más farolas. | Martin Pawley. Artículo publicado en la sección “La noche es necesaria” de la Revista Astronomía, nº 255, setiembre de 2020.

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Escena de la película «Outrage» (Ida Lupino, 1950)

Anna Almécija es criminóloga, jurista y experta en seguridad. En los últimos años su trabajo y su preocupación se ha centrado, como técnica y como formadora, en la gestión de riesgos y la seguridad de grandes eventos públicos. Introducir la perspectiva de género en la planificación de la seguridad es uno de sus empeños más tenaces, con la violencia sexual como enemigo a combatir en particular en los entornos de ocio, no solo por las conductas inapropiadas tan comunes en ellos, como los tocamientos o los comentarios groseros, sino porque son sitios propicios para la captación de personas en situación de desvalimiento, bien sea por el consumo de alcohol u otras substancias o porque han perdido entre la multitud a sus acompañantes o herramientas esenciales para la vuelta a casa, desde un bolso con la cartera y las llaves al a veces salvador teléfono móvil.

Anna es, además, una entusiasta activista contra la contaminación lumínica. Por su perfil académico y profesional conviene prestar mucha atención a sus razonadas críticas hacia el uso de la luz como solución mágica a la criminalidad, a menudo con una supuesta defensa de las mujeres como justificación. Es frecuente, por ejemplo, que en las marchas exploratorias que identifican puntos peligrosos en las ciudades se señalen aquellos cuyos niveles de iluminación no son desmedidamente altos. Pero poner más luz, nos recuerda Anna, no solo no evita per se el delito, sino que incluso puede favorecerlo al crear una falsa sensación de seguridad que hace que «bajemos la guardia». De poco nos servirá una farola encendida en un lugar en el que estamos completamente desamparados, sin nadie a cientos de metros, o incluso a kilómetros, que pueda proporcionarnos ayuda.

La seguridad real, no la sensación de seguridad, pasa por «crear comunidad», por establecer medidas que de hecho faciliten que si pasa algo haya alguna posibilidad de recibir auxilio. No será una farola la que nos proteja, sino tener un transporte público seguro también de noche, o los servicios de acompañamiento a casa durante las fiestas que se han demostrado muy útiles en diversos pueblos, o los puntos de atención por medio de interfonos que permiten un contacto directo con la policía en caso de necesidad. En sus conferencias, Anna revisa varios de los asesinatos y agresiones sexuales que más han ocupado la atención de la prensa española en los últimos años para concluir que la oscuridad no ha sido en ellos una circunstancia para tener en cuenta. Se cometen crímenes de día y de noche y la mayoría suceden en lugares sobradamente iluminados; de hecho, si la luz fuese un factor atenuante, las grandes ciudades serían espacios libres de delito cuando sucede todo lo contrario. «No es la noche, no es la oscuridad; el problema del horario nocturno es más bien la vulnerabilidad que te crea la soledad», afirma en su muy recomendable blog seguridadenentornosdeocio.com.