La noche y los objetos celestes están muy presentes en la obra poética de la autora gallega, que ahora da nombre a una estrella. | Martin Pawley. Artículo publicado en la sección “La noche es necesaria” de la Revista Astronomía, nº 249, marzo de 2020.

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Cartel de la campaña en favor de la estrella Rosalía de Castro (Marta Cortacans)

En el calendario cultural y escolar de Galicia el 24 de febrero es una fecha señalada: es el «Día de Rosalía», en homenaje a la excepcional escritora nacida tal día de 1837. Este año hemos vivido la efeméride de una forma especial, pues ahora a Rosalía también podemos celebrarla observando el cielo. El pasado 17 de diciembre la Unión Astronómica Internacional anunció el resultado de las campañas «NameExoWorlds», que asignaron a 112 países una estrella con un exoplaneta para que fuesen bautizadas en votaciones abiertas a la ciudadanía. La estrella correspondiente a España es una enana amarilla parecida al Sol, visible con prismáticos y situada en la constelación de Ofiuco, el Serpentario. Su nombre, hasta ese momento, era HD 149143, que la identificaba como una de las 225 300 recogidas en el catálogo Henry Draper en el que trabajaron durante décadas las míticas «calculadoras de Harvard». El catálogo acabó publicándose en varios volúmenes entre 1918 y 1924, con supervisión de la incansable Annie Jump Cannon.

A propuesta de la Agrupación Astronómica Coruñesa Ío fue escogido el nombre «Rosalía de Castro» para la estrella y el de «Río Sar», un río esencial en su vida y su obra, para su planeta, un Júpiter caliente que la orbita a unos ocho millones de kilómetros. La elección de Rosalía valoraba no solo su mayúscula importancia para las letras gallegas y españolas, sino también la absoluta vigencia de su creación poética y narrativa en la que reconocemos un claro discurso feminista y una defensa de la naturaleza y la protección del paisaje que resultan plenamente contemporáneas. Rosalía de Castro nunca dejó de ser moderna.

Lo que no resulta tan conocido es la abundante presencia de referencias al cielo y a la noche en sus textos. Hasta podríamos dividir la literatura rosaliana en dos tiempos astronómicos. Hay una Rosalía que canta el amanecer, la alegría de un nuevo día, en el libro fundacional «Cantares gallegos» («o craro sol vai subindo / por riba do firmamento / limpo, garrulo e contento»); y, hay, después, otra Rosalía que explora la oscuridad natural de la noche convertida en refugio para la reflexión íntima, la Rosalía de «Follas novas» y «En las orillas del Sar». Una poeta que dialoga con la noche y los objetos celestes que reinan en el firmamento, que ve en la Luna una «lámpara hermosa, eternamente hermosa», que nos recuerda que hay «luz e progreso en todas partes» pero persisten «as dudas nos corazós» y nos advierte de que «moita luz deslumbra os ollos». Una poeta que imagina la Tierra en el espacio y escribe estos versos fabulosos que se adelantan en un siglo al célebre «punto azul pálido» de Carl Sagan.

Los astros son innúmeros,
al cielo no se le encuentra fin,
y este pequeño mundo que habitamos,
y que parece un punto en el espacio,
inmenso es para mí.